En 1948, Aurora Marín llega con su familia al convento de las Hermanas Canossianas de Schio, Italia, donde la Hermana Bakita acaba de fallecer. Aurora esperaba verla antes de que muriera. Ella reúne a sus hijos alrededor de la fotografía de Bakita y les cuenta la vida increíble de la mujer que la había criado como su nana. Nacida en una aldea en Sudán, secuestrada por esclavistas, a menudo golpeada y abusada, y después vendida a Federico Marín, un comerciante de Venecia, Bakita llega a Italia y se convierte en la nana de Aurora, hija de Federico, quien perdió a su madre al nacer. Ella es tratada como una forastera por los campesinos y los otros servidores debido a su piel oscura y su antecedente africano, pero Bakita es gentil y generosa con los demás. Bakita gradualmente se acerca a Dios con la ayuda de un amable sacerdote del pueblo y ella acoge la fe católica.
Ella pide entrar en la orden de las Hermanas Canossianas, pero Marín no desea dejarla ir, tratándola casi como si fuera su propiedad. Esto provoca un conmovedor caso jurídico que ocasionó un escándalo que causa la libertad de Bakita y la decisión final de que llegue a ser religiosa. El Papa Juan Pablo II la declaró santa en el año 2000.
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