En el evangelio de hoy, leemos dos peticiones que Jesús nos hace; “sean perfectos, como nuestro Padre Celestial” y “sean santos, porque yo el Señor soy santo”. Aceptemos entonces esta invitación de amar de manera sobrenatural, amando a nuestros enemigos, a hacer el bien y darnos sin esperar nada a cambio, como Él lo hizo. Recordemos que nuestra recompensa será vivir con Él una eternidad.