El Evangelio de hoy nos relata la parábola del fariseo y del publicano para enseñarnos a orar. Por un lado, vemos al fariseo haciendo una oración enalteciéndose y el publicano por su parte reconociéndose pecador. Recordemos que Dios nos conoce y sabe absolutamente todo de nuestras vidas. Así pues, recibamos esta enseñanza y con un corazón humilde acudamos a su presencia y renovémosle nuestro amor, pidiendo perdón por nuestras faltas.