La Iglesia está dirigida y guiada por el Espíritu Santo para continuar con la obra que Dios Padre le encomendó a Jesús. Él ha querido que ella sea sacramento suyo y esposa de Cristo para que por su medio alcancen los hombres la salvación.
La Iglesia, para responder a las necesidades de su misión, ha establecido una serie de estructuras que garantizan la fidelidad a Jesús y su evangelio, la unidad en la fe y la comunión en el mismo Espíritu, de ahí, su organización jerárquica.
A la llamada que Dios nos hace, respondemos mediante la fe, que es confianza, abandono y entrega total a él, que siempre es fiel a su palabra y que nunca falla. María nos muestra cómo el cristiano ha de rendirse a la misericordia del Padre amoroso.
María profetiza que será llamada bienaventurada por las generaciones siguientes, pero este reconocimiento, es porque Dios ha hecho maravillas en ella, pero también por medio de ella, y ella camina en la fe, confiando y esperando en su Dios siempre fiel.